“Imagino un espacio aéreo en el que se ha lanzado una bomba, que aún no ha llegado a su blanco, y que ya es imposible detener. Me pregunto qué clase de tiempo existe entre el lanzamiento y la explosión. No es el futuro, pues la destrucción aún no ha tenido lugar. Ni es el pasado, pues todo será destruido en un instante”. Así empieza The Airstrip, y ese instante que describe es el modernismo –auge y caída– del que da cuenta a través de edificios en Berlín, París, Buenos Aires, Brasilia, Saipan, y más. Un film en el que da esquinazo a toda idea preconcebida sobre su serie arquitectónica, y en el que la guerra, lo personal, e incluso el surrealismo, caben